Entre 2004 y 2007, el rock en vivo fue perseguido silenciosamente en nuestra ciudad
Fue en 2004, algunos meses antes de la Masacre de Cromañón, cuando en Rafaela la administración de Omar Perotti decidió terminar con los “ruidos molestos” que generaban las quejas de la doña en las calles, radios y opifones rafaelinos. Fue entonces cuando los agentes de Control Público decidieron aplicar las ordenanzas vigentes a rajatabla, con una firmeza que nunca tuvieron a la hora de controlar el caótico tráfico, a pesar de ser ésta la principal tarea de la división. Fue por esto que en ese año los bares y boliches de la ciudad experimentaron una cruel persecución para que dejen de contratar bandas de rock para que toquen en vivo, una saludable costumbre que comenzó a principios de los ’90 en nuestra ciudad y que había transformado el rock rafaelino en un espacio importante de experimentación artística y hasta una fuente laboral para los músicos locales.
Esta persecución tomó varias formas. Por un lado, la tramitación de los permisos para que los abres puedan presentar espectáculos se complicó enormemente, e inclusive creció considerablemente su valor. Y aún con los permisos en regla, fue moneda corriente que en cualquier recital, los agentes de Control Público llegaran para medir los decibeles y clausurar el evento si no se ajustaban a los parámetros que marca la ordenanza.
Esta situación derivó entonces en la promulgación a través del Concejo de una nueva ordenanza que regula las actividades de bares, en la que se contemplan las reglamentaciones para espectáculos en vivo y que se puso en vigencia el 1 de enero de 2005, pocas horas después del incendio en Cromañón. Apoyados por la animosidad mediática que demonizó al rock luego del incendio, el gobierno de Perotti prácticamente desactivó la música de rock en vivo, obligando a los músicos a cambiar de actividad y olvidarse de dar un recital por un largo tiempo. Vale recordar que buena parte de la ordenanza promulgada no se cumple, pues obliga a los bares a “asordinar” sus instalaciones, proceso que demandaría hoy una inversión de al menos 100 mil pesos en obras, cifra astronómica para las ajustadas economías. Pero esto a Control Público no parece importarle, ya que nuevos bares se abren cada mes sin asordinar sus instalaciones. Estas son las cosas que pasan durante los gobiernos que elijen qué leyes cumplir y qué leyes no.
Recién el 2007 trajo un poco de vitalidad al oscurantismo perottista. Desde comienzos de ese año, los dueños de bares se animaron a contratar músicos y la música en vivo volvió paulatinamente al lugar que ocupaba hasta 2004, ya que Control Público, al parecer, “aflojó la soga”, según el testimonio de los propietarios, que ya no experimentan las mismas dificultades para brindar música en vivo que entonces. Aunque las leyes no hayan cambiado, la tolerancia si, y de aquella persecución que tuvo a La Mula y Deep como principales objetivos del gobierno local ya queda poco. Hoy podemos disfrutar en Rafaela de muchos bares que ofrecen música en vivo, y el rock experimenta a mi juicio una especie de vitalidad similar a la que se daba en lo que, creo, fue su apogeo, allá a fines de los años `90, cuando los precios convenientes de los instrumentos y la tolerancia oficial permitían que haya dos, tres y cuatro recitales de rock al mismo tiempo en la ciudad.
El sábado a la noche, los rafaelinos podremos disfrutar de los noventosos covers de Sin Reflejo en Kentu´s Bar, mientras que en Estación Esperanza llega la locura y el desenfreno de Die Morrone + el dúo Rethro. Por más información del fin de semana, no dejen de consultar la agenda de Mad Huevo Frito, la más completa de la comarca. Al fin llegó el tiempo en que la música en vivo puede poner Play sin miedo a la represión oficial.