Caravanas de motos chinas
plateadas relucen a la luz de las
columnas de tugsteno
patas alargadas de la araña nocturna
que se despereza.
Estas son las orugas en cuotitas
que trasladan los obreros de la cinta
sinfin ni principio del capitalismo
liberal mercantilista
que se ha quedado con los
trabajadores.
¿Los ves?
¿Los ves realmente?
No veas fantasmas,
no son ese soldado soñado
por el manual de los marxistas
ese proletariado afiebrado
que suda grasa de motores
no es ese,
el metalúrgico
que primero fue anarquista
y después peronista
hasta que la invasión estuvo lista
y las listas de los nombres
se fueron llenando de tachas
palabras que desparecían
de toda página.
Se fue en el degradé
el espectro de agustíntosco
y quedó la fábrica
que fabrica ganado tosco
que entra y sal entra y sale
bebe en los bares
compra motos de vidrieras
sale ganando la rifa
del club de acá la vuelta
donde una licuadora y un número
son la fotografía
del descanso perpetuo
el eterno domingo
ese paraíso
justicialista
donde el obrero
como el dios de los cristianos
descansa el séptimo día.
Unos compran la felicidad
timbrando en el bolsillo
con un tema de arjona
otros se sacan la lotería
y ponen un kiosco en las estrellas
soñando entre compra y venta
que son operarios
de una nube en el cielo
de ese dios de mierda
que los hace cada día
llegar a la puerta del
obrador
y antes de comenzar el día
pasar por la pequeña cocina
y rezar al santuario con
una virgen que los mira
desde un almanaque de panadería
con sus colores esfumados por el sol y el tiempo y
un rosario que cuelga
que es apenas gastada bisutería
y escucha las palabras repetidas
que piden custodiarlos
del hormigón y de las vigas
estos hombres que dedican
su vida a la ganadería:
a ganar el día
y partir a su hogar
a vivir lo que les queda
de vida.
La obra del obrero
es construir el costurero
donde se guardan los hilos
que antes de cerrarse
de una vez y para siempre
le descosen la vida.