viernes, 8 de junio de 2012

Dólar, campo y cacerola, la lucha es una sola






Por FM. Especial para Lance Libre



Habíamos olvidado ese sonido. El picapedreo de las cucharas en las cacerolas se escuchan hace dos semanas en la televisión argentina. Parecía esfumada en la bruma del 2008, aquel antológico conflicto entre campo y gobierno que llegó a cada hogar de la Argentina. Otra vez, a un año de su asunción, la presidenta enfrenta un temblequeo político-social con características que podrían emparentarlo con aquel, pero que tienen profundas diferencias que lo vuelven más tenue, un holograma de aquella protesta de casi un año que llegó a paralizar el país.

También hay un paro del campo. Lo lanzaron las entidades que representan a productores de la provincia de Buenos Aires, pero hace pocas horas se nacionalizó cuando se plegaron las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Coninagro, Federación Agraria (FAA) y Sociedad Rural (SRA). La Mesa de Enlace a pleno. Ya pidieron audiencia al gobierno y ya se las negaron. Hace tiempo que la entidad más representativa de los productores venía moviendo sus fichas, comenzaron justo después de las elecciones. Aunque los gremialistas del campo que se convirtieron en candidatos tuvieron un desempeño malo en las urnas, las cabezas de las cuatro entiedades dieron tregua a sus difernecias y se reconstruyeron sobre lo que quedaba de aquella gesta de 2008. Hubo algunos cambios, el más importante es Rubén Ferrero, nuevo presidente de CRA, quien tiene una larga trayectoria con un bajo perfil, y colaboró para reconstruir la imagen de referencia opositora de la Mesa de Enlace. Hoy fue quien leyó el comunicado que anunciaba el pliegue del resto de las entidades a los paros iniciados en Buenos Aires, dando pie a la nacionalización de un conflicto que, en principio, esperan que se mantenga por dos semanas sin que el campo venda su producción.

La otra son los dólares. Trabas a la compra de dólares para la mayoría de la gente que puede comprarlos impuestas por el gobierno despertó la furia de una clase media que ve sus ahorros deshacerse ante la inflación. La financiación ilimitada para electrodomésticos alcanzó para el año electoral, pero habría generado un boom de consumo que finalmente fue un incentivo a la inflación, que a fin de año pasado rondó el 25% anual, según las estimaciones del INDEC. El 2012 con una leve recesión, más el control de la venta de dólares y un proceso inflacionario que asoma la punta, es el cóctel necesario para avivar el fuego de una clase que nunca pudo manejar con mucha tolerancia los tiempos difíciles. El gobierno, a su vez, se niega a comunicar que debe juntar 12 mil millones de dólares para pagar vencimientos de deuda.
Según fuentes que escucharon a Guillermo Moreno contar estos planes a quienes lo quieran oír en confianza, la administración de Cristina Kirchner tendría ya más de la mitad de esta cifra reunidos a esta altura del año, lo cual consideran un buen augurio, pero confían en que los retornos por impuestos de exportaciones cubran el faltante. De allí que las presiones impositivas sobre los sectores más productivos y exportables hayan aumentado, y al mismo tiempo, el Banco Central cierra la distribución de dólares a la mayoría de los compradores, persiguiendo activamente la venta ilegal.

La oposición reaccionó a esto con rebeldía: mientras la derecha más tradicional -representada por parte del radicalismo y el peronismo- concentran sus críticas en los altos costos de las limitaciones para comprar moneda extranjera, la izquierda más fundamentalista -como Pino Solanas- critica que el dinero recaudado se utilice para pagar deuda y no se reinvierta en el país. En el medio, el Frente Amplio Progresista asegura que esto es la consecuencia de una gestión desordenada del kirchnerismo, y apunta la responsabilidad a la inflación y falta de herramientas de ahorro, como las letras de cambio. Sin embargo, nadie propone una salida concreta a una situación que podría crecer y generar más conflictividad.

Entonces ¿la lucha es una sola? Los cacerolazos que se hicieron la semana pasada y ayer en Capital Federal fueron convocados mayoritariamente por internet: facebook, mail, twitter, portales y foros de comentarios. Santa Fe y Callao, Cabildo y Juramento, y desde ayer, la quinta de Olivos, fueron los puntos de encuentro de los caceroleros, que como pudieron ver en la televisión y los streamings, no se parecían en nada a aquellos hambrientos de 2001, ni a las multitudes de todo el país que protestaron en cada capital provincial en 2008. Mucha señora con tapado, mucho estudiante universitario de escuela privada, mucho profesional indignado que recién salía de su trabajo y hablaba por celular durante la protesta, las columnas que el jueves 7 de junio mostraba el straeaming de INFOBAE estaban repletas de clasemedieros protestando sin consignas, sin partidos, pero con un operativo policial y municipal que estaba listo desde la tarde y había cortado el microcentro mucho antes que los manifestantes llegaran. ¿Una turba iracunda autoconvocada por facebook había anunciado previamente su ruta  a la Federal y al municipio de Mauricio Macri para que hagan los cortes necesarios? Difícil. Sin partidos ni punteros que organizen, una marcha de unas 500 personas televisadas por TN cortando las principales calles de Buenos Aires es prácticamente imposible.

Algunos dijeron que eran ahorristas que querían comprar dólares. Esos estaban. Otros piensan que la Sociedad Rural pudo haber convocados a los productores que residen en Capital para ayudar y participar. Sólo hay información extraoficial para apoyar esto. Algunos productores lo reconocen, en voz baja, otros prefieren hablar de gente de Macri en las manifestaciones, aportando sobre todo logística y seguridad. Lo cierto es que había enormes y costosas banderas argentinas con leyendas, pero sin señales de quién las pagó, las pintó y las llevó hasta Plaza de Mayo. Lo que sí sabemos es que los cacerolazos "espontáneos" llegan cuando el campo lanza un paro y Macri explicita sus intenciones de ser presidente en 2015. Esto está lejos de hacer la protesta menos genuina, más bien la transforma en dispositivo de la competencia electoral que se activan cuando hay tensión social. Cuando el fuego crece, ellos estan allí.

Algún bloguero dibujó un mapa de los cacerolazos detectando que la mayoría de las zonas donde sucedieron eligieron a Hermes Binner como presidente el año pasado, y que eso podría revelar que los caceroleros no son más que los opositores de siempre. Tal vez por eso, Cristina debe enfrentar una vez más una crisis post electoral, cuando los impuestos son más pesados, la inflación más potente, y la capacidad de ahorro, devaluada casi por completo. Generar una alternativa al dólar, no cerrar el dialogo con el campo y buscar un corte al proceso inflacionario serían tres variables que sin dudas ajustarían el eje y aplacaría la violencia de la clase media.

Los grupos mediáticos apuntan a crear un clima similar al 2008 -tal vez buscando el protagonismo político perdido- pero todavía estamos muy lejos de aquella protesta que dejó a las góndolas sin productos, a los comercios sin compradores, a las industrias detenidas. Una crisis política tan profunda como la de entonces sólo la puede generar un gobierno que no reacciona ante las adversidades, y los últimos tres años de la gestión de Cristina se demostró que es posible torcer una política que genera un clima social enrarecido, y que ese cambio siempre fue beneficioso, sobre todo para la presidenta, masivamente apoyada por demostrar inteligencia y capacidad de conducción ante las crisis como la que hoy toca a la puerta del gobierno.